Nunca es fácil hablar de la muerte, y mucho menos cuando llega a destiempo. Para los que quedamos aquí, la muerte de un ser querido siempre es a destiempo, pero es verdad que llegando a unas edades parece que se asume mejor, que nos convencemos del acontecimiento con la célebre frase “ley de vida”.
Juan, lo tuyo ha sido injusto y a destiempo a todas luce. El destino es así de cruel y de caprichoso. Toda una vida por delante quedo truncada la pasada mañana en el campo, donde tu trabajabas y disfrutabas de tu profesión. No es justo que con apenas cuarenta y tres años abandones este mundo para pasar a formar parte de la eternidad, no es justo.
Seguro, eso quiero pensar, que cuando hayas llegado al cielo, te habrás fundido en un inmenso abrazo con tu hermano, habrás besado sin parar a tus padres… Te habrás juntados ya allá arriba con toreros, ganaderos, taurinos… menudas tertulias buenas.
Aquí abajo, seguiremos llorándote y extrañando tu partida, seguiremos haciéndonos preguntas, casi siempre sin repuestas, incredulidad por tu partida. Nos acordaremos de tu mirada azul y clara, de tu media sonrisa, de tu corazón torero, de tu discreción y saber estar…
La vida pega, y muchas veces pega muy fuerte y sin sentido. Ángel, mi querido amigo, David el pequeño de la familia, José y tu querida hermana quedan tocados, muy tocados. Pero la raza y la casta que tienen les harán crecerse ante el castigo, no les queda otra, y no dudes que yo estaré para ayudarlos en todo lo que este en mi mano. Juan, te has marchado muy pronto, demasiado pronto y de manera injusta. Tu corazón torero se paró sin avisar, y nos dejó a todos con cara de incredulidad y dolor por tu partida. Siempre te recordare con una muleta en la mano, y con esa cara de felicidad cuando hacías lo que te gustaba. Tenías nombre de poeta grande y corazón de torero de raza. Descansa en Paz amigo. Que la tierra te sea leve. Cuídanos desde el cielo.
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