Ayer volví a
visitar tu pueblo “Juanjo”, La Fuente de San Esteban en el corazón del campo
charro. Fue una de esas visitas que sabes que tienes que hacer, aunque no lo
quieras, aunque te resulte triste y pienses que todavía es muy pronto, pero por
desgracia así ha sido “Juanjo”.
Desde que me
monte en el coche en Salamanca con la compañía de mi hermano, se nos
amontonaban los recuerdos hablando de ti, de los momentos que hemos vivido
contigo, de las anécdotas y las experiencias de cada uno contigo, y sabes que “Juanjo”,
que sin decirlo ninguno de los dos, los dos pensamos que era una pena lo que estábamos
viviendo.
Nada más
llegar a La Fuente de San Esteban, y hacer el giro a mano izquierda, donde está
el supermercado, me dio una sensación distinta. El pueblo estaba consternado,
dolido, triste… Llegar a la plaza y ver la gente sentada en las terrazas, con
su café o su refresco, de los balcones de las viviendas colgaban capotes de
brega con crespones negros, y un silencio casi sepulcral, solo roto por los saludos
entre los que llegábamos de fuera; que duro “Juanjo” y que bonito a la vez, ver
a todos tus vecinos volcados contigo en tu ultimo paseíllo.
Desde la
puerta de la iglesia, mirando hacia la plaza, vimos aparecer dos coches fúnebres,
uno llenos de flores recuerdo de tus vecinos, de tus amigos, tus compañeros de profesión,
de ganaderos, banderilleros, o simplemente admiradores, detrás el segundo vehículo
con tus restos mortales cubiertos con un capote de paseo grana y oro, y por la megafonía
sonaba tu pasodoble… que duro “Juanjo”. Detrás de ti, tu familia desconsolada, tu
hija Nadia, tus amigos, tus vecinos, tu gente… Cuando el sacerdote comenzó el
responso para recibirte, lo que se podía apreciar de las caras bajo las
mascarillas de esta asquerosa pandemia, era tristeza, incredulidad, dolor… Te
has ido muy pronto “Juanjo”.
La iglesia
estaba llena, y desde fuera a través de la megafonía, la plaza llena escucho la
eucaristía con un silencio tan respetuoso que dolía. No te voy a decir nombres “Juanjo”
porque seguro que alguno se me olvida, pero allí estaban todos, tus chicos, tus
alumnos, esos chavales a los que enseñaste educación, valores y después a
torear con esa dedicación y entrega que pusiste en todo lo relacionado con La
Escuela Taurina de Salamanca en tu larga etapa como director, hoy hombres
dolidos por la pérdida de su maestro. Empresarios taurinos, toreros,
novilleros, banderilleros, ganaderos, apoderados… todo el mundo quiso estar acompañándote
en tu ultimo paseíllo.
Que duro “Juanjo”
y que bonito a la vez, ver tu última vuelta al ruedo de tu pueblo, en la plaza
mayor, a hombros de tus familiares, amigos y de tu ojito derecho, de tu torero,
de Alejandro Marcos que dolorido por tu perdida aguanto el tipo como en las
tardes de gran responsabilidad. La ovación era atronadora de todos los allí presentes,
con lágrimas en los ojos, me santigüé y le pedí a Dios que tu sitio estuviera
entre los grandes.
“Juanjo” te
has marchado demasiado pronto, eras joven y te quedaba mucho por hacer y
disfrutar, pero por desgracia esto es lo que tienen las cornadas certeras, que
llegan cuando menos se lo espera uno. La huella que has dejado en la tierra es imborrable,
y eso son muy pocos los que pueden presumir de ello. “Juanjo” desde el cielo cuídanos
y disfruta con los que están allí ya, que son unos pocos. Que la Gloria este
contigo; que duro escribir estas líneas “Juanjo”. Descansa en Paz amigo.
Descansa en Paz, y en la Gloria estés toreando tus toros de ensueño, esos que te truncó el maldito accidente y que a pesar de todo, nos dejó ver la dimensión de un torero. Un abrazo
ResponderEliminarAmen, todo un señor
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