Las casualidades no existen, en el toro mucho menos, y además es imposible que la fortuna te sonría repetidas veces sin un porqué.
Miguel Ángel Perera es un torero de ferias, con gran cartel y categoría. Da la cara tarde tras tarde y puede ser que un punto más que los que le rodean. Tiene "la obligación" de puntuar todos los días, de dejarse la piel en cada escenario, de vivir su profesión al limite... todo ello como consecuencia de la independencia.
No existen las casualidades, pero si existen las
causalidades. Ayer tuve la ocasión de comprobarlo en un tentadero en Montalvo.
Perera apretó de principio a fin, en una tarde en la que estaba él solo. Tres
becerras y un "torete" a los que toreo, profundizo, investigo y exprimió, como si fuera lo único que tiene
para torear este año. Ahí está la diferencia con el resto, la seriedad y el
compromiso que tiene con su profesión, el afán de perfeccionamiento en su
concepto del toreo, el sentirse más capaz cada día, el saber que cada animal
tiene una lidia y dársela sin contemplación... simplemente, con lo sacrificado
y duro que tiene que ser, pero simplemente vivir para su profesión.
Sabéis de sobra que para mí el toro y todo lo que le rodea
tiene una inmensa seriedad y respeto. El romanticismo forma parte de esta
liturgia hasta en la más discreta intimidad del campo. Yo soy de la teoría que además
de ser toreo tienes que parecerlo. Comentareis la forma de vestir de Miguel Ángel
Perera en el campo, que por mi forma de ver esto, no es la más adecuada. Pero
os aseguro, que ayer me sentí un privilegiado y después de verlo desnudar su
alma, vuelvo a repetirlo, en la intimidad del campo, a mí sinceramente, me dejo
de importar la forma de vestir.
Perera es un torero que está escribiendo su historia a base
de triunfos, constancia, dedicación, respeto, afición desmedida... Merece por
mi parte la licencia de vestir como le de la real gana, y además, agradecidísimo
de que me dejara presenciar, y lo que es más importante, fotografiar y enseñar
uno de sus entrenamientos.
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