jueves, 25 de julio de 2013

Dos dimensiones del toreo


Víctor Soria (Santander) / Burladero.com
Dos faenas, dos. Pudimos ver en Santander la realidad tan distinta que ofrece el arte de la tauromaquia. Dos maneras de triunfar, de llevar la pasión a los tendidos. Las dos válidas, ambas rematadas con el triunfo y la sensación de haber vivido una tarde de toros maravillosa, de las que merece la pena recordar por mucho tiempo. No fue, desde luego, por la colaboración de una corrida de toros de Juan Pedro Domecq, desigual de presentación y muy baja de raza. Surgió de la inspiración de un figurón del toreo nacido en La Puebla del Río y del arrojo y las ganas de comerse el mundo de un torero de Salamanca demostrando día a día el lugar que merece en el toreo. Todo lo demás puede olvidarse, merece la pena retener estos dos instantes llenos de pasión. El ingrediente que mantiene vivo el arte de la tauromaquia.

El primero de la tarde, Alucino de 596 kilos, un toro con mucha romana, alto de agujas, con mucho morrillo llegó templado al capote de Morante de la Puebla. Suyas fueron cuatro buenas verónicas enganchando al animal, a las que le faltó remate por la evidente falta de fuerzas. Fea pelea en el caballo echando la cara arriba, haciendo sonar el estribo. Abrió el telón con un trincherazo sublime. Poco duró la alegría ya que el burel se quedaba corto y no respondía a los cites del sevillano. Para qué perder el tiempo, pensó el torero, y puso fin a la función con un pinchazo hondo y dos descabellos. Falla el puntillero. Pitos. Nadie sabía lo que iba a venir después.

La faena de la feria se la realizó Morante a Granuja. La sintió desde lo más dentro de su alma. Decidió quitarse las zapatillas antes de coger la muleta para que no le molestara el resbaladizo piso de la plaza, y surgió la magia. Medido inicio de faena para sacarse el toro a los medios. Tímidos olés que empezaban a romper, poco a poco. Faltaba calidad en el toro, noble pero sin terminar de entregarse en ningún momento. Allí estaba José Antonio para paliar todos los males. Pañosa en mano, encajado como sólo él sabe, interpretó dos series con la mano derecha en redondo cuajadas, con temple, cadencia, ritmo y hondura. La profundidad de un torero que pasa por uno de sus mejores momentos en su carrera. Sale de una serie con un molinete de esos que saboreas durante toda la vida. Ya es un torero de fama, dinero y categoría, como decía la copla de Rafael de León y Antonio Quintero. Despendría esa torería añeja por los poros, poco le importaba el tiempo cuando estaba disfrutando en la cara del toro. Entonces agarró las telas con la izquierda y aquello tomó tintes de faena para el recuerdo, naturales sin fin, arrastrados, ofreciendo el medio pecho, tan despacio como nadie podía imaginar minutos antes. Para rematar, tres ayudados por alto dignos de un cartel y un molinete casi sentimental. Resultaba imposible colocar al toro para la muerte. El torero lo pasó mal, era lo de menos. Pinchazo y estocada que provocó derrame. Oreja tras dos avisos pero, ¿qué más dan los números cuando un artista interpreta una perfecta sinfonía?

Juan del Álamo mostró una dimensión importante en la que es su plaza. Aquí tomó la alternativa hace dos años con casi el mismo resultado que hoy. Ha dejado claro que no se amilana ante nada ni ante nadie. Que un toro no embiste, embiste él. Poco pudo hacer con Pendejo, un toro venido a menos que acabó echándose antes de meterle la espada. Bien lidiado por la cuadrilla del salmantino y también cabe destacar un quite por ajustadas chicuelinas. Intentó hacerle las cosas de la mejor manera posible pero su falta de casta no le permitía entrega en la muleta del torero. Incluso, en un cambiado por la espalda, cerca estuvo de llegar la tragedia. Gracias a que al prenderlo por detrás no le clavó el pitón. No hubo mucha más historia que contar.

El triunfo llegó en el toro que cerraba plaza. Brindó la muerte de Enviciado a sus dos compañeros de terna. Suponemos que en agradecimiento por dejarle entrar en ese cartel de lujo. Agradecimiento que no debería ser tal si las figuras se midiesen en todas las ferias con los toreros que vienen empujando por detrás. Son felices sin nadie que les moleste y han sido capaces de cambiar el rumbo de la historia del toreo cerrando carteles a todo bicho viviente. Lo recibió con una larga cambiada de rodillas en el tercio y una serie de verónicas cargando la suerte que permitieron meterse a la gente en el bolsillo. Para empezar, lo citó muy de lejos desde los medios y el toro se vino de largo. Buena tanda con la mano derecha dominando la embestida del astado, haciendo saber que no estaba allí por casualidad. Le siguió otra serie de muletazos muy firme rematados con un precioso afarolado. Faltaba fuerza, casta en el juanpedro de turno sobre todo cuando decidió torear al natural. Era el momento de apostar, todo se podía venir abajo enseguida pero el salamantino no lo permitió. Se puso entre los pitones, de rodillas por momentos, para sacar agua de un pozo seco. Tremendo final de faena, todo pundonor y entrega. Esta vez no podía fallar y, asi fue. Media estocada en buen sitio y dos orejas de ley.

José María Manzanares no tuvo su tarde. Desaprovechó el toro potable del encierro, Incansable, único con el hierro de Parladé con el que no se acopló. Material para reventar la tarde y se fue con las orejas puestas. Emotivo brindis al cirujano Piñal, clave en su recuperación. Se ve en él a un torero ausente, apático, abúlico, como cansado de torear. Despegado y descargando la suerte, casi pegando muletazos al viento. Para colmo, falló con la espada. Enorme actuación de Juan José Trujillo con las banderillas en este segundo de la tarde. El quinto no sirvió para nada. Una faena silenciada.

FICHA

Plaza de Toros de Santander. Coso de Cuatro Caminos. Cuarta de abono. Casi lleno en los tendidos en tarde agradable. Cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno de Parladé desiguales de presentación y bajos de casta para:

Morante de la Puebla: pitos y oreja tras dos avisos

José María Manzanares: ovación y silencio

Juan del Álamo: ovación y dos orejas

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