martes, 21 de junio de 2022

¡QUÉ BONITO MAESTRO!

 

¡Qué bonito maestro! Pero qué bonito, que sentido y que justo fue el festejo del domingo en Guijuelo. Cincuenta años de matador de toros, rodeado de familiares, amigos y aficionados deseosos de ver al “Niño de La Capea” que recordaban vestido de luces. Y lo vimos, doy fe. Entrega, raza, pasión, orgullo, compromiso, temple, trazo… una tarde que la recordare mientras viva.

Plaza de toros de Guijuelo. Lleno aparente en los tendidos en tarde entoldada y de agradable temperatura. Corrida de toros extraordinaria para celebrar los cincuenta aniversarios de alternativa de “El Niño de La Capea”. Toros de Carmen Lorenzo y “El Capea” bien presentados y de buen juego. Se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento del matador de toros Andrés Vázquez.

Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de La Capea” de azul marino y oro; dos orejas y rabo. Una oreja.

Miguel Ángel Perera de grana y oro; dos orejas y dos orejas.

Pedro Gutiérrez Lorenzo “El Capea” de marino y oro; dos orejas y dos orejas.

Al finalizar el triunfal festejo, los nietos del maestro “El Niño de La Capea” le cortaron la coleta poniendo fin a la magnifica trayectoria en el toreo de una de las grandes figuras de la tauromaquia. Abandono el coso de la villa chacinera a hombros de sus compañeros de profesión “El Julio”, Garrido, Matías Tejela, David Galán, Conde, “El Cordobés” Chaves, Galdós, Perera, “El Capea” … entre otros muchos que quisieron rendir pleitesía al Maestro.


No lo voy a negar, según llegaba a Guijuelo comenzaron mis dudas. La tarde estaba como de tormenta, rara, con viento y entoldada. No era la tarde soñada para torear, para que nos vamos a engañar. Empecé a pensar en el maestro, en su forma física; que esta como un roble de fuerte. En su edad, que son casi setenta tacos, y en las ideas que pudieran desarrollar los toros enchiquerados… Pero se me difuminaron de un plumazo al verlo bajar de la furgoneta de cuadrillas rodeado de sus nietos y con una cara de felicidad, digna de envidiar. Había llegado a la plaza “El Niño de La Capea”, pero con todas las letras, el torero que yo recordaba de niño.




Pocas veces en una plaza de toros se me ha puesto el vello de punta, pocas, en contadas ocasiones. Cuando pasa esto, por lo menos a mí, es porque lo que estoy presenciando me está llegando al alma, me está haciendo sentir algo que no tiene explicación, y por ese mismo motivo pienso que la tauromaquia es puro sentimiento. Casi ninguna vez, se cuentan con los dedos de una mano y me sobran tres, he llorado de emoción en una plaza de toros. Cuando eso me pasa es porque lo que estoy sintiendo me está llegando a lo más profundo de mi corazón. La otra tarde en Guijuelo, se me pusieron los vellos de punta cuando vi llegar al Maestro rodeado de sus nietos y se me relajaron cuando llegué a mi casa entusiasmado. Se me saltaron las lágrimas viendo la cara de felicidad de “El Niño de La Capea” nada más pisar el ruedo de Guijuelo recibiendo una atronadora ovación; ¡Qué bonito! Cuando el maestro cuajo de manera primorosa las acompasadas y nobles embestidas de su primer toro, rematando con un gran espadazo, supe que no estaba soñando, le había cortado el rabo con el clamor de una plaza entera volcada gritando Torero, torero… ¡Qué bonito!






Le quedaba un toro al maestro, pero ya daba igual, ya le habíamos visto en plenitud… Pues no señores, al “Niño de La Capea” no le daba igual, quería redondear la tarde, su tarde. Y la remato y de qué manera. No sé deciros con que faena me emocioné más, pero lo que si se deciros es que “El Niño de La Capea” quería irse a lo grande y lo logró.



Miguel Ángel Perera y “El Capea” tuvieron una buena tarde, una gran tarde espoleados por el maestro. Pido, por educación, mis disculpas a estos dos toreros por centrar este escrito en el maestro, pero es de ley.


Maestro ¡qué tarde más bonita nos brindó!, qué tarde de toros nos regaló a todos los presentes, qué lección de pundonor, raza, entrega, pasión, esfuerzo, sacrificio, compromiso… Qué grande es maestro, y que grande es el toreo cuando vives tardes como la del domingo en Guijuelo. Maestro, gracias por su entrega, por su sacrificio y dedicación a su profesión. Toreros como usted engrandecen la tauromaquia y hacen afición. Felices, muy felices cincuenta años de matador de toros y que los disfrute con salud y rodeado de los suyos. Larga vida Maestro. Larga vida D. Pedro. ¡Qué bonito maestro!  


 

 

 



 


 


 

 

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