Ir a casa de José Luis Rodríguez “Pepe Valrubio” siempre tiene un aliciente especial. Recuerdo esta casa desde mi adolescencia, cuando iba con mi padre a ver tentaderos, y siempre el trato era exquisito. Una familia encantadora en todos los sentidos, Pepe y su encantadora mujer Teresa, sus hijos Carlos y Raquel (que la eché de menos) educados, cariñosos, aficionados, esplendidos y con un trato familiar. Valrrubio siempre se ha caracterizado por “atender” a todo el mundo, y en especial a La Escuela Taurina de Salamanca. Raro es el chico que haya estado en la escuela y no haya toreado en esta casa.
Este domingo volví a Valrubio en una mañana desapacible y ventosa, y con la nueva normalidad de todos con la mascarilla. Volví a “mi burladero” de debajo de la encina, y tuve sensaciones encontradas. Buscaba con la mirada a mi padre hablando con Pepe y el maestro Juan José en la zona de los chiqueros, sentía que volvía a mi adolescencia… pero el cariño y el trato con esta familia no han cambiado para nada, son encantadores.
Los chicos de La Escuela Taurina, (como no podía ser de otra manera), Cristiano, Raquel, Daniel, Ismael, Marco, Roberto y Salvador, capitaneados en este caso por José Ignacio Sánchez y José Ramón Martin, torearon seis novillos de gran calidad, embestidas profundas y larga duración, disfrutando los alumnos y haciendo disfrutar de una gran mañana a todos los allí presentes.
Siempre es un placer encontrar las cosas en su sitio, encontrar que los amigos no cambian y reencontrar los cimientos de mi afición. Prometo volver, y volveré cuando pase todo esto de la pandemia para volver a veros sonreír sin el obstáculo de la mascarilla. Siempre agradecido familia.
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