FERRERA FUE TODO ENTREGA Y AMOR A SU PROFESIÓN
La forma de pasarse el toro de un pitón a otro a Antonio Ferrera, hizo presagiar el peor de los finales. Dios existe y es torero. No puede ser que un hombre, que se ha entregado toda la tarde, que ha expuesto todo su repertorio, que ha lucido a toda su gente… incluso saltándose los cánones y reglamento taurino… todo eso no podía acabar en tragedia.
Seguramente ahora mismo, a toro pasado, Antonio pensara que, a un toro con más de cinco años, se le hicieron demasiadas cosas, y muchas de ellas a destiempo, y ya se sabe, un toro con esa edad, lo que menos necesita es pensar y orientarse. Pero qué más da, era su tarde y el broche a una actuación que, sin ser redonda en ningún toro, nos mantuvo a todos con el interés de una gran tarde de toros.
Puede ser que en mas de una ocasión, pude ser no, seguro que en más de una ocasión se atropelló la razón y se hicieron las cosas sin pensar, pero gracias a Dios, el final fue el esperado. Un torero vacío, entregado a su profesión, desgastado física y emocionalmente, fue sacado a hombros por sus hombres, por las cuadrillas que le acompañaron en su encerrona.
Vuelvo a repetirlo, y me siento cada vez más orgulloso de ser creyente, Dios existe y además es torero. Salvo la tarde en el último instante con un quite milagroso y preciso. Dio grandeza a un espectáculo que los terrenales quieren ningunear, y dio grandeza a unos hombres que, por su profesión, son capaces hasta de entregar la vida si es necesario. ¿Quién es capaz de hacer lo mismo? Sinceramente, pese a todos “los cambios” en el trascurso de la tarde, una vez más, Antonio Ferrera, demostró amor a su profesión, entrega, sacrificio, e inspiración. Mi sombrero a sus pies torero. No se le olvide darle gracias a Dios, y llevarlo siempre en su cuadrilla.
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