viernes, 22 de febrero de 2013

Juan Mora, termómetro de una profesión


Víctor Soria

El torero ha de ser por definición el adalid de la honestidad y la honradez. Entre otras cosas porque está dispuesto a jugarse la vida vestido de luces en la cara de un toro con el único destino de crear arte. Una muleta o un capote bastan para cimentar sobre el albero un instante mágico al alcance de un puñado de elegidos. Todo matador de toros al comenzar el paseíllo se transforma en un ser distinto en el que reina la verdad. Esa forma honesta y honrada de saberse dispuesto a perder la vida.

La disputa comienza cuando fuera de la plaza tiene que defender sus derechos junto a una persona de su plena confianza. Hacerse valer, ya que, como había dicho anteriormente, sólo un puñado de elegidos, de locos, son capaces de jugarse la vida en el ruedo. Cuesta defenderse y pedir lo que cada uno cree suyo cuando un compañero se vende por los mínimos y una limosna de la caridad. Juan Mora ha dejado claro que no va a ser mercenario de nadie. Ni de apoderados ni de empresas. Ir a Madrid es una de las mayores responsabilidades de un torero y pisar Las Ventas merece el respeto de la profesión y las empresas. Con casi treinta años de alternativa y después de haber coronado la plaza más importante del mundo con su torería exquisita aquella tarde de otoño con la corrida de toros de Torrealta, no puede rebajarse a actuar por una cantidad de dinero injusta a su parecer. Dos tardes, una el Domingo de Ramos y otra a escoger con un listado de diez ganaderías, era lo que Taurodelta había ofrecido según su ya antiguo apoderado, Martín Perrino. A priori la oferta parece buena pero, ¿cuánto vale la dignidad de un torero?

Una empresa, a plaza llena y con un buen contrato de televisión no puede ningunear a los dos principales protagonistas de la película, torero y ganadero. Y lo hacen. No sólo Madrid, también Sevilla y otras ferias de postín. Por desgracia, existen colegas que torean allí por lo que le digan y no sé dan cuenta del daño irreparable que están haciendo a la profesión.

José Tomás no torea en Sevilla porque ningunearon continuamente su figura, su alma como torero. Querría hacer el paseíllo a toda costa en La Maestranza pero un torero ha de ser digno y honrado también fuera de ella. Por eso Juan Mora quedó fuera de Madrid la pasada campaña y lo hará también este 2013. Son los toreros que luchan por su profesión, por los compañeros que vienen por detrás. Esos toreros como José Tomás, Juan Mora o Miguel Ángel Perera que siempre han tenido un patrón y se han quedado fuera de infinidad de ferias. Les tocaba aguardar en casa mientras esperando su oportunidad para reivindicarse mientras sus colegas aceptaban lo que ellos había rechazado por indigno. Por eso Juan Mora es el termómetro de esta profesión. Un termómetro que marca destemplanzas para los que se juegan la vida y regocijos para los que gestionan desde un sillón.

2 comentarios:

  1. Cuanta verdad y pureza en su articulo, me reconforta leer a periodistas independientes que no esta manipulados por el monopolio.Jose

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  2. Hubo otro, Luis Francisco Esplá que tampoco se plegó al capricho y al interés especulativo de los empresarios. Pero la inmensa mayoría traga. Juan Mora no puede torear en Madrid "POR LOS GASTOS". Es un insulto a su persona y al toreo. La gente, los aficionados deben saber que Juan Mora no pide el dinero de las figuras: Juli, Morante, Manzanares; aunque su presencia en estos carteles no rebajaría ni un ápice el interés ni la taquilla. Pero ¿no sería justo que le pagaran, al menos, la cuarta parte que a estos toreros?. Pues, parece, que lo oferecido es inferior a la décima parte, vamos, los gastos;como al saldo de mejicanos que se traen para abaratar la feria, sin rebajar el precio de las entradas. Solo pagan a cuatro. Y solo cuatro toreros, cuatro empresarios, cuatro ganaderos se reparten el pastel. Sería una ruina para ellos que llegara Juan Mora y liara otra tan gorda como la del 2010. Como ellos saben que Juan no traga, pues lo tienen fácil; no llegan a un acuerdo y le culpan a él. ¡Por favor, que lo sepa todo el mundo!

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