Ahora que estamos en los últimos coletazos de este año, nos damos más cuenta de todo lo que se nos ha quedado por el camino. Todos los gremios han sufrido esta pandemia, pero yo creo que, por encima de todos, la cultura (la tauromaquia) han sido los más perjudicados.
Primeramente, destacar las pérdidas humanas (lo más importante) muchos han sido los que esta maldita pandemia se ha llevado, o han sufrido la enfermedad y siguen cargando con sus secuelas. Nadie podía imaginar un desastre como el que estamos viviendo.
¿Cuánto nos ha quitado el maldito bicho? Pues mucho. Nos ha quitado libertad, algo imprescindible para el ser humano. Nos ha quitado salud, primordial para desarrollar nuestra actividad con normalidad. Nos ha quitado tiempo; esos meses de encierro que parece que han desaparecido del calendario como si no los hubiésemos vivido. Nos ha quitado mucho y no nos ha dado nada positivo a cambio.
Comenzábamos en Ciudad Rodrigo una temporada ilusionante, como lo son todas cuando arrancan, con una programación de carteles que no dejaron a nadie indiferente, “Juli”, Morante, Manzanares, Fandi, Capea en Ciudad Rodrigo, ¿Quién lo iba a decir? Pues si señores, así comenzó la temporada, como hacía años que no lo hacía. Todo hacía presagiar que 2020 sería un año bonito, con toreros emergentes que darían guerra, con las figuras defendiendo su cetro, con jóvenes novilleros apuntando a la cima con descaro… pero todo se fue al traste y llego el maldito bicho para descolocar todas las ilusiones y todos los sueños.
Los ganaderos de bravo, con todos sus animales preparados, alimentados, saneados, movidos (con el gasto que supone) veían el futuro negro, negrísimo, mandando sus animales al matadero por un precio irrisorio, que no cubre ni por asomo el coste de cuatro o cinco años de mantenimiento. Veían la tormenta encima de sus cabezas arreando con una fuerza nunca vista, y muy complicada de soportar; (por desgracia alguno tiro la cuchara) otros soportan el temporal a duras penas, con la esperanza de que escampe y poder rehacerse poco a poco de la grave cornada infringida por la pandemia que sangra el campo bravo de manera alarmante, con una necesidad urgente de trasfusiones (ayudas estatales) que palien un poco la estancia en la UVI.
Todos los profesionales taurinos, matadores, picadores, banderilleros, mozos de espadas, ayudas han visto reducidos sus ingresos (su modo de vida) a cero, a no tener ni un solo euro generado por el desarrollo de su profesión. Gente que paga sus impuestos religiosamente, (como todo trabajador dado de alta en la seguridad social), IVA, IRPF, SS y todo lo que legalmente le corresponde, han sido apartados por cuestiones políticas o de ideologías de lo que por ley les pertenece. No hay derecho a un desaire de este calibre, por parte del Estado, que deja a un colectivo entero sin ningún tipo de ingreso.
En todo este jaleo se han dado pasos para intentar volver a lo que éramos. Se han dado pasitos, mejor dicho, menos es nada, pero todo esto necesita que nos remanguemos y nos pongamos todos a una. No valen miramientos ni clasismos, tenemos que enfangarnos todos, dejarnos en paz de complejos y mirarnos fijamente a los ojos y decidir qué es lo que queremos. La tauromaquia es cultura y no necesita defensa, necesita ser enseñada, trasmitida, divulgada, hacerla accesible a la sociedad y creíble. En nuestra mano esta, en la de todo el colectivo, empresas, toreros, ganaderos, medios de comunicación, aficionados… todos tenemos cosas que hacer para que la tauromaquia vuelva a tener un papel importante en la sociedad, y que sobre todas las cosas sea respetada y libre.
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