Parece que
la actuación de Juan Ortega en Linares ha causado revuelo entre los
aficionados. Un torero que hace el toreo, con la naturalidad que tienen los
elegidos y la cadencia que da el alma. No ha descubierto nada Juan Ortega,
simplemente a él lo han descubierto los aficionados a sus seis años de matador de toros.
Este tipo de
toreros, tienen la facilidad innata de conectar con el tendido enseguida, con
un puñado de detalles o simplemente con sus formas de andar por la plaza. Esto
quiere decir una cosa, que lo que este tipo de toreros tiene, Finito, Morante,
Juan Ortega, Pablo Aguado, Curro Díaz, Garrido, De Justo… y otro puñado de
elegidos, no se entrena, ni se compra, ni se copia; es sentimiento.
La
personalidad es una cualidad muy importante dentro del toreo, y cuando sale un
torero con personalidad propia, pone de acuerdo a todo el mundo. La
personalidad de un torero, como la de cualquier humano, puede ser muy variada y
todas aptas. Arrolladores, bulliciosos, enrazados, técnicos, suicidas, sobrios,
clásicos… todo tipo de toreo es válido y necesario en el escalafón. Gustaran más
o menos unas formas que otras, pero de lo que no tengo la menor duda, es que
todas son valoradas y necesarias para la tauromaquia.
Otra cosa
muy distinta es el toreo que pellizca el alma, que pone los sentimientos a flor
de piel, que eriza el bello y hace saltar las lágrimas… ese tipo de toreo es el
que llena, el que llega y el que perdura en la mente y el alma. Son obras de
arte efímeras, con duración limitada en el reloj, pero eternas en el tiempo.
Juan ortega ha irrumpido en este catálogo de toreros con una fuerza
arrolladora, con una naturalidad envidiable y con un sentimiento extremo. Un
torero que puso a Madrid de acuerdo con cuatro “perlas” sus tardes del año
pasado. Este año, con su actuación en Linares, que pudo ver toda la afición por
televisión (Gracias a Dios), ha puesto al aficionado con todos sus sentidos
pendiente de sus actuaciones. Un torero este Ortega, que he seguido desde hace
tiempo, que voy a estar pendiente de él, y que voy a seguir su recorrido. Por
una simple razón; me llena el alma cada vez que lo veo.
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