Después de
todos estos meses de confinamiento e inactividad, perece que nos cuesta a todos
coger ritmo, y digo parece porque los toreros son distintos. En este caso, Román
esta para torear donde lo llamen mañana mismo.
Cuando llega
la época del descanso, en un invierno normal, los toreros siempre dicen que se
pierde el tacto de los trastos, la sensibilidad, el agarre. Román no ha perdido
nada, lo tiene totalmente engrasado.
Hace unos días
lo vi en esta misma ganadería (Gómez de Morales) toreando un cinqueño, y me
llamo la atención su frescura y su actitud, como si fuera a comenzar la
temporada mañana mismo. Es verdad que estando el panorama como esta, con la
incertidumbre de si habrá festejos o no, cuesta apretarse con un animal en el
campo. No es el caso del torero valenciano, que se aprieta y lo disfruta con la
naturalidad que le caracteriza y con una frescura sorprendente. Este fin de
semana ha toreado en esta ganadería una soberbia vaca con gran clase, nobleza y
bravura de forma magistral, como aperitivo a una gran faena a un “torazo”, que quería
poder y toques firmes en los trastos, cosa que Román entendió a la perfección
desde el minuto uno logrando un trasteo de altos vuelos. Lo que menos me gustó,
la forma de vestirse para torear. Hay un refrán que dice “hay que serlo y
parecerlo”.
Una gozada
ver a toreros jóvenes en el campo con la entrega de las figuras. Es la forma de
crecer y hacerse grande dentro de la profesión. Un placer poder haberlo vivido.
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Y de remate, arrimón. |
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