Esta pandemia que estamos sufriendo a nivel mundial, nos
tiene a todos medio descolocados. Son muchos proyectos los que se han frenado,
en el mejor de los casos, y otros muchos se han ido al traste directamente. A
parte de la pandemia, hay un grupo de gobernantes, que no políticos, que se empeñan
en enfadar a la población, con sus ideas peregrinas, prohibiciones,
derogaciones de leyes... en fin, facilitando las cosas como siempre.
Ahora se me vienen a la cabeza muchas cosas que quedan por hacer, que voy a tener prisa por hacer, proyectos que no lo va a frenar ni el virus ni nadie, y como yo, me gustaría que pensara todo el mundo. Esto lo único que ha conseguido es retrasar las cosas, y a lo mejor es para bien que lo haya hecho.
Me acuerdo muy a menudo de un montón de ilusiones,
concretamente de más de cien ilusiones, las de los más de cien alumnos de la
Escuela Taurina de Salamanca. Ilusiones frenadas en seco, como si de una
frenada de un formula uno antes del impacto. Lógicamente el desconcierto, la desorientación
y el desanimo se ha hecho presente en todos estos chicos.
Una de las cosas más bonitas y más fuertes que tiene el ser
humano es la ilusión por algo, ilusionarse con una relación, con un proyecto,
con un deseo... es la única manera de seguir adelante. Este montón de ilusiones
de los chicos de La Escuela Taurina de Salamanca siguen a tope, con más fuerza todavía
y con más ganas de llevarlas a cabo.
La Escuela Taurina de Salamanca, con su director a la
cabeza, José Ignacio Sánchez, acompañado de su equipo, José Ramón Martin y
Javier Martin, siguen en contacto diario con sus alumnos, manteniendo la llama
del toreo encendida, la forma física y la ilusión de sus alumnos, con el único propósito
que cuando todo esto pase, reverdezcan
los proyectos, se aflore la primavera de la torería, se inunden los caudales
del conocimiento y brille la ilusión del toreo.
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