Son de las tardes de “laboratorio taurino” que no sabes muy bien cómo explicar, pero si eres consciente de lo vivido. Nunca es fácil conjugar la bravura del animal con los sentimientos del torero, con el momento, el viento, la capacidad… se tiene que juntar todo para que aquello que se está creando, siendo efímero, perdure en el tiempo.
Alejandro, no sé lo que sentiría usted, ni lo que pensaría después, aunque sí puedo tener una ligera idea. Pero con su permiso, le voy a decir a usted lo que sentí yo durante la creación de esa obra, y lo que pensé y pienso después de haber pasado unos días.
Me sentí y me siento un privilegiado por haber podido disfrutar de la creación de una obra de arte. Sentí que es el momento de trasladar todo el conocimiento, la sazón, la naturalidad, la creatividad, el gusto y el temple a una plaza de toros. Sentí que es el momento que el aficionado tiene que aprovecharse de su toreo. Sentí que la dedicación, la afición, la constancia y el esfuerzo merecen la pena.
Sentí muchas cosas y me acordé de muchas cosas, comentadas y vividas a su lado. Me di cuenta que los tropezones del camino son necesarios, siempre y cuando sea para enderezarse y seguir la senda. Me di cuenta que todo lo malo, lo regular y lo bueno vivido hasta ahora es por algo y para algo, que todo tiene su tiempo y su por qué.
Y de lo que me di cuenta, es que nunca navegas ni navegarás solo. Desde el 15 de julio del 2020 no está por desgracia físicamente. Pero el otro día en “Linejo” después de esa obra de arte, sentí en el corazón la sonrisa del maestro Juanjo, y eso fue porque sigue y seguirá ligado a su carrera. Enhorabuena por seguir en la senda.
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