Esta semana ha sido una semana de mucha actividad en el campo charro. De esas semanas en la que disfrutas, aprendes y te entusiasmas con lo que ves. Vinieron de Algeciras mi amigo Antonio Cava, gran profesional y excelente persona, con mi otro amigo y su poderdante Octavio Chacón, torero muy poderoso, entregado a su profesión y un gran hombre, a los que acompañe durante cuatro días por distintas fincas para su preparación de cara a la temporada. Ramón Rodríguez “Espioja”, “Casasola” de D. Antonio Martin Tabernero, “Montalvo” de Juan Ignacio y Nicolás Fraile de Valdefresno.
En tres de los cuatro sitios, Octavio Chacón estuvo acompañado y “aconsejado” por Domingo López Chaves, que atraviesa por el momento más sentido y artístico de su carrera. Juan Diego también actuó el día de Casasola, dejando constancia de su categoría humana y sus excelentes formas de interpretar el toreo. Por todo ello esta semana merece y mucho la pena dividirla en tres entradas, una para cada torero, por la magnitud, entrega, gusto, poder, sentimiento, expresión y afición demostrada ante los animales. Vamos a ser escrupulosamente taurinos y vamos a seguir el orden de antigüedad.
Hace diez años Domingo López Chaves era un torero al que yo respetaba por el compromiso y entrega con su profesión, pero sin entusiasmarme en su concepto. Desde hace más o menos tres años, lo sigo con mayor frecuencia y regularidad, después de haber observado en él un cuajo, reposo, gusto y estética que nada tienen que ver con el Chaves de hace quince años.
Ahora mismo, gracias a su generosidad de dejarme acompañarlo, aprendo cada tarde del torero y del hombre. Tiene la madurez que dan los años de profesión, la capacidad de seguir creciendo día a día sin la presión que genera la obligación de triunfar, la afición de seguir indagando y aprendiendo de su profesión, la estética y el gusto que salen de su alma, y la capacidad de plasmarlo de forma natural y entregada. Realmente me siento un privilegiado en poder acompañar a López Chaves en algo tan íntimo y personal como es un entrenamiento.
Y me siento como un niño la noche de reyes pudiendo acompañar a Domingo, el hombre, que entrega como ninguno, su momento, sus conocimientos, su educación, sus valores y su capacidad de crecer en la profesión. Una autentica gozada poder “formar parte” de estas jornadas de puesta a punto.
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