Después de sus actuaciones en Sevilla y Madrid, me apetecía
mucho ver a José Garrido en el campo. La pasada semana tuve la ocasión de
disfrutarlo en Montalvo.
Madrid esperaba al torero barroco y arrebatado que cautivo a
Sevilla, pero los toros que le correspondieron en suerte en este San Isidro no
eran los propicios para hacer ese tipo de toreo, si no todo lo contrario. Sosos
unos, y rajados otros, parecía que la feria se le marchaba en blanco. No fue así.
En su último toro de San Isidro, toro encastado, con peligro y que precisaba
delante un torero dispuesto, se encontró con Garrido. Le planto cara y cruzo la
raya. Encajado y poderoso, fue la versión de este Garrido que sorprendió al
publico Venteño.
En Montalvo paso algo parecido, una primera vaca, que sin
ser la excelencia permitió el toreo barroco e incluso arrebatado por momentos del torero extremeño.
Con sus otras dos becerras, fuertes y encastadas, le toco sudar y poderlas, sin
olvidarse en ningún momento del toreo con el que disfruta.
José Garrido es de esos toreros que lleva triunfando desde
novillero, con muchas actuaciones destacadas como matador de toros, Bilbao,
Sevilla, Madrid... pero falto de un aldabonazo que lo coloque en lo alto del escalafón.
Capacidad, valor, gusto, temple, cadencia, compas... todo esto lo tiene, aparte
de su independencia en los despachos, lo que hace que tenga que dar dos veces
muy fuerte, en vez de una tibiamente.
Lo tiene de la mano, y sus repetidos éxitos y triunfos
(desde novillero que no es una novedad ahora), le han de servir para
consolidarse en la parte alta del escalafón.
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